De mi travesía a la región andino patagónica en busca de un poco de rosa mosqueta, y los innumerables sortilegios que debí enfrentar (parte 2)


Pasé mucho tiempo caminando hacia el sur. Tanto tiempo que alcancé a familiarizarme con varias especies de roedores que habitan las regiones áridas, e incluso llegué a establecer cierta amistad con las aves migradoras que surcan el cielo dos veces al año.
Después de tanto camino, ya casi olvidaba el motivo por el que hubiera emprendido mi odisea, al llegar allí donde la región comienza a ser un poco más benévola, y algunos montes un poco mas altos irrumpen la monotonía de la estepa... No hubiera sospechado que, tras alcanzar el filo de la siguiente lomada, descubriría algo deslumbrante: Lejos, encajonado entre los cerros, al pie de una barranca, un enorme espejo de agua duplicaba el cielo con todos sus detalles. (Había llegado a lo que, según me enteré después, es conocido por los humanos como "embalse el Chocón", adyacente a la ciudad homónima)
En este punto de mi camino tuve la oportunidad de conocer una aldea perdida entre las bardas, cuya vista sólo podía apreciarse adentrándose unos kilómetros en la cordillera. La aldea, de aspecto rudimentario, se asemejaba más bien a esos campamentos que suelen construir los arqueólogos en torno a un yacimiento, para poder estudiarlo. Allí me relacioné con una curiosa tribu de enanos paleontólogos, a quienes tuve suerte de narrarles la serie completa de desventuras que me habían llevado hasta allí.
¡Cuál no fue la sorpresa del jefe de la tribu en el preciso momento en que le enseñé los pequeños vestigios de Cancrinella que llevaba en mi bolsillo! Me confesó que desde hacía ya varios años estaba buscando muestras de este tipo, para agregar a su colección de microfósiles...
Inmediatamente cruzó por mi cabeza una idea brillante, del mismo modo que un electrón cruza velozmente desde el cátodo hasta el ánodo en un tubo de descarga. Le propuse un trueque: yo le entregaría las muestras a cambio de un poco de rosa mosqueta.
-Desgraciadamente, no poseo ese fruto del que tú me hablas. Pero conozco alguien que puede tenerlo: un caracol de doble conchilla que vive en el lago Traful. Él maneja el monopolio de los combustibles para lancha en aquella zona, aún nos debe retribuciones por un trabajo de prospección y construcción de infraestructura que realizamos en un yacimiento petrolífero de su propiedad.
El siguiente paso fue, pues, cederle al barbudo las muestras, a cambio de una especie de "pagaré" que les había entregado el susodicho caracol unos ochenta años atrás... Me dirigí de este modo a mi siguiente destino, conservando ciertas dudas que surgieron durante el camino:
¿Este enano me estará cagando?
¿Será amigo del Sapo, socio de sus engaños?
¿El caracol existirá?
¿Se acordará del pagaré que firmó hace ochenta años?
¿Podré conseguir una remera de Mc Guiver en villa Traful?...

2 comentarios:

Unknown dijo...

El sur es un lugar peligroso...los caracoles no son del todo caracoles...y los enanos son màs enanos que cualquier otro enano...la rosa mosqueta es rosa mosqueta y macguiver es un imbècil aquì en el sur y en la china...

Gengibre dijo...

uy esa de allà arriba soy yo...con cuenta errònea